La Pequeña Mangosta
-“Tengo que encontrar un lugar” -pensó la mangosta- “donde la gente ha sido amable y desinteresada. Será un lugar donde la gente ha hecho un gran sacrificio; un lugar donde hayan dado hasta su comida para ayudar a aquellos que no tienen nada. Si ruedo en un lugar así, la parte marrón de mi cuerpo cambiará a dorado, como la otra mitad.”
Un día la pequeña mangosta llegó a Kurukshetra. La gran batalla de Kurukshetra había terminado y los cinco hermanos Pandava querían hacer algo para mostrar qué felices estaban por haber ganado la batalla. Y decidieron mostrar su felicidad entregando comida y regalos a la gente pobre. Entonces, llamaron a todas esas personas y les dieron un gran festín. Más y más gente venía y los hermanos Pandava les mandaban más y más comida. Después, cuando la gente ya estaba satisfecha, les entregaban dinero, ropas y joyas. Así fue como la gente pobre dejó de ser pobre y se sintieron muy felices.
La pequeña mangosta se paró junto a un anciano en un rincón. Juntos miraban lo que pasaba.
-“Esto es maravilloso”- le dijo el anciano a la mangosta-. “¡Qué amables y desinteresados son los hermanos Pandava! Qué sacrificio tan enorme han hecho para ayudar a esta gente pobre. El mundo no ha visto sacrificio tan grande”.
-” ¿Es así?” -preguntó la mangosta-_. “¿Es un sacrificio enorme? ¿Les han dado su propia comida? ¿No les queda nada a ellos? Si es así, cuando ruede allí en el piso la parte marrón de mi cuerpo cambiará a dorada, como la otra mitad”.
La pequeña mangosta rodó y rodó en el piso.
-” ¿He cambiado de color? ¿Soy toda dorada? ¿Soy toda dorada?”- preguntó.
Ilustración de Juan Manuel Tavella |
El anciano la miró y... -“No”- le dijo -, “no; eres igual que antes. Mitad dorada y mitad marrón”.
La pequeña mangosta estaba desilusionada.
-“Entonces lo que dices no es verdad”- le dijo al anciano -. “Esto no es un enorme sacrificio. No es para nada un enorme sacrificio”.
El anciano quedó sorprendido. -“¿Cómo puedes decir que no es un sacrificio?”-le preguntó-. “Tú misma has visto cuánto dinero han gastado. Dinero y comida, joyas y ropa; todo fue regalado a la gente pobre. Nadie jamás ha dado tanto. De hecho, fue un gran sacrificio”.
La pequeña mangosta miró al anciano: -”’Sacrificio’ quiere decir renunciar a algo” -le dijo-.” Dar algo tuyo para ayudar a los demás.”
La pequeña mangosta se sentó en el piso frente al anciano. -“Una vez vi un gran sacrificio”- continuo relatando-, “y fue cuando rodé en el piso que la mitad de mi cuerpo se transformó en dorada. Por eso estoy buscando otro sacrificio enorme. Cuando lo encuentre, rodaré en el piso allí y la otra mitad de mi cuerpo será dorada. Y seré toda dorada.”
-“Por favor, cuéntame del sacrificio” - el anciano contestó-,” me gustaría saber cómo te convertiste en mitad dorada y mitad marrón.”
Ilustración de Juan Manuel Tavella |
-“Ven, siéntate junto a mí “- le respondió la mangosta-. “Me hará feliz contarte la historia”. El anciano se sentó y ella le contó la siguiente historia:
El Invitado
La mangosta dijo--” Yo vivía en una pequeña aldea muy lejos de aquí y en esa aldea vivía un Brahmín, persona que conoce los libros religiosos y enseña a otros, que se llamaba Haridas “.
Haridas vivía con su esposa, su hijo y la esposa de su hijo. Eran muy pobres. Eran tan pobres que a menudo no tenían bastante comida. Haridas tenía algunos libros sagrados y leía historias de grandes hombres y mujeres que vivieron hace mucho, mucho tiempo. Después él visitaba a los aldeanos en sus casas y les contaba esas historias para que aprendieran cómo ser amables y ayudarse unos a otros. A cambio de las historias, los aldeanos le daban pequeños regalos, a veces un poco de arroz o harina; a veces algunas verduras y frutas. Él llevaba a casa todo aquello que le daban los aldeanos y cuidadosamente lo dividía en cuatro partes iguales. De esta manera, Haridas y su familia vivían.
Pero llegó un tiempo en el cual los aldeanos no tenían suficiente comida. No llovía y las plantaciones se secaron y marchitaron. Por tres años no hubo lluvias y los pozos también se secaron y día tras día la gente nada tenía para comer. Tampoco tenían nada para darle a Haridas, entonces él y su familia también estaban hambrientos. Adelgazaron y se debilitaron y, al pasar los días, estaban más y más débiles. Parecía que iban a morir.
Un día, unos viajantes pasaron por la aldea y, cuando vieron que la gente no tenía comida, les dieron una enorme bolsa de harina.
Los aldeanos estaban muy felices pero no olvidaron a Haridas, su maestro y amigo. Y le enviaron un poco de harina.
-"¡Mira, esposa!” -exclamó Haridas-, “aquí hay un poco de harina. Por fin tenemos algo para comer. “
Su esposa miró la harina. -“No es mucho, ¿ verdad ?”- dijo ella -” No es suficiente para cuatro personas. Cocinaré chapatis con agua y harina, un pan muy finito, para ustedes tres.”
-“No, no”- dijo Haridas -. “Todos estamos hambrientos, y ahora que tenemos harina todos debemos comer. Entonces cocina cuatro pequeños chapatis exactamente del mismo tamaño.”
-”Muy bien”-contestó su esposa sonriendo -. “Haré lo que me pides”.
Ella y la esposa de su hijo usaron la harina e hicieron cuatro pequeños chapatis, exactamente del mismo tamaño.
-“Los chapatis están listos” -exclamó la esposa de Haridas emocionada -. “Comamos rápidamente que todos estamos tan hambrientos.”
Entonces ella le dio un chapati a su esposo, a su hijo, a la esposa de su hijo, y ella se quedó con uno. Justo cuando estaban por comer, golpearon la puerta.
-” ¿Quién puede ser?” -preguntó Haridas mientras dejaba su chapati e iba hacia la puerta. La abrió y, allí parado, había un pobre hombre vestido en harapos. Haridas no conocía a este hombre, pues no pertenecía a la aldea y nunca lo había visto antes.
- “¿En qué puedo ayudarlo, señor?”- le preguntó Haridas.
-” Estoy camino a Varanasi” -dijo el extraño-, “les pedí a algunos niños del camino que me mostraran la casa de un hombre bueno y me trajeron a ti. Estoy cansado y hambriento, señor. ¿Podría descansar por un rato? Estoy realmente muy hambriento.”.
Haridas miró la cara del hombre con detenimiento. Sí, se veía cansado y débil. Necesitaba comida.
-“Pase, señor. Usted es nuestro invitado. Servirlo a usted es servir a Dios. Es usted bienvenido”. Llevó al invitado adentro y le dio un lugar para sentarse.
-”Nosotros no tenemos mucho para comer” -dijo Haridas-. “Pero hoy tenemos algunos chapatis. Mire, aquí hay un chapati para usted.”
Haridas tomó su propio chapati y se lo dio a su invitado.
Ilustración de Juan Manuel Tavella |
La esposa de Haridas, su hijo y la esposa de su hijo estaban sosteniendo sus chapatis en las manos. Vieron como el invitado se comió rápidamente el chapati que Haridas le había dado.
-“Ah, eso estaba muy rico” -el invitado dijo a Haridas-. “Pero señor, un chapati pequeño hace que un hombre hambriento sienta más hambre. ¡Oh, yo estoy tan hambriento y mi estómago quema ! ¡Creo que voy a morir!”
Y el invitado puso las manos en su estómago y gritó de dolor.
La esposa de Haridas miró a su esposo. -“Dale esto” -dijo y extendió su mano con el chapati - . “No, no, querida esposa” contestó Haridas-.” Ese es tuyo. Es para ti. Debes comerlo.”
-”Pero somos los dueños de casa, ¿no es así ?”- contestó la esposa amablemente-. “Con nosotros tenemos a un pobre hombre que está muy hambriento. Es nuestra obligación asegurarnos que sea alimentado. Tú ya le has dado tu propio chapati, entonces ahora es mi deber, como tu esposa, darle el mío. Tú no tienes nada más para darle así que debo darle lo que yo tengo.”
Entonces, la esposa de Haridas dio su chapati al invitado.
El invitado lo tomó enseguida y lo devoró rápidamente.
-”¿Te sientes mejor ahora?”- preguntó la esposa de Haridas.
-“No, no, no me siento mejor”- exclamó el invitado-. “¡Me siento peor! ¡Oh, oh, estoy tan hambriento!” Y nuevamente puso las manos en su estómago y se quejó de dolor.
-”¡Estoy tan hambriento!”- gritó -.”¡El hambre me está quemando!”
El hijo de Haridas dio su chapati al invitado.
-”Es mi deber ayudar a mi padre con su obligación hacia un invitado“ -dijo-, “come esto, mi amigo, come esto. Tú eres nuestro invitado”.
El invitado tomó el chapati y lo comió muy rápido.
-“¿Te siente mejor?”- preguntó la esposa del hijo.
-”No mucho” -contestó el invitado -. “Todavía estoy muy hambriento.”
- ”¡Oh, entonces come esto - ¡“ exclamó la esposa del hijo -, y le dio su chapati . Al fin el invitado se sintió satisfecho.
-“Ahora me siento bien” -dijo-, “debo continuar mi viaje.”
El invitado se paró. -“Que Dios los bendiga a todos” -les dijo.
Haridas abrió la puerta y el invitado siguió su camino.
Esa noche, Haridas, su esposa, su hijo y la esposa de su hijo murieron por falta de alimentos.
* * * *
La pequeña mangosta y el anciano seguían sentados en un rincón del campo de Kurukshetra. Al terminar la historia, la pequeña mangosta se quedó en silencio. Parecía estar pensando en algo muy lejano.
-“Continúa” -le dijo el anciano -. “Ése no es el final de la historia. Todavía no me has contado por qué eres mitad dorada y mitad marrón.”
-”¡Ah!“ -contestó la pequeña mangosta -. “Esas cuatro personas hicieron un sacrificio enorme, ¿verdad? Dieron su vida y su comida para ayudar a un hombre pobre. Yo estaba allí, escondida en la habitación, y vi todo. Estaba muy feliz de ver su sacrificio. Me sentí emocionada porque nunca había visto un sacrificio así. Estaba tan emocionada que rodé alegremente por el piso. Un poquito de harina, sólo un poquito de harina de los chapatis, había caído en el piso y yo rodé en ella. Había tan poca harina que sólo la mitad de mi cuerpo recibió la harina, e inmediatamente esa mitad de mi cuerpo se transformó en dorada. Desde ese momento, he viajado por los lugares más lejanos, buscando otro sacrificio igual a ese. Pero no lo he encontrado. En ningún lugar la otra parte de mi cuerpo se ha transformado en dorada.”
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El Perro que fue al Cielo
Un día escuchó noticias que le causaron mucha tristeza. Sri Krishna, el Gran Maestro, había muerto.
-“Krishna era mi amigo”- Yudhishthira dijo tristemente -, “siempre me ayudaba y me daba buenos consejos. Sus palabras estaban llenas de sabiduría. Si Krishna está muerto, yo no puedo vivir. Si Krishna se ha ido al cielo, yo también iré al cielo.”
Entonces comenzó un largo y difícil camino al cielo. Junto a él fueron sus cuatro hermanos, Bhima, Arjuna, Nakula y Sahadeva, y también Draupadi , su reina.
Yudhishthira tenía un perro, y donde él iba el perro iba también; y ahora, en el camino al cielo, el perro lo siguió.
-”Vete a casa”- dijo Yudhishthira a su perro -. “Tú no puedes venir con nosotros. Nos vamos muy, muy lejos y el camino es difícil. Te cansarás. Ve a casa”.
El perro se quedó quieto, lo miró, pero no se fue. Yudhishthira siguió caminando y el perro lo siguió.
El camino en verdad era muy duro, subiendo y subiendo a través de las montañas. ¡Qué frío hacía! Todo alrededor estaba blanco de nieve. Hasta el aire parecía estar congelándose. Uno a uno, los hermanos de Yudhishthira y también Draupadi cayeron al costado del camino y luego murieron. Pero Yudhishthira no se detuvo. Siguió caminando y su perro siempre con él.
Así continuaron a través del hielo y la nieve; escalando más y más alto hasta que llegaron al pie del monte Meru. Muy por sobre ellos, en la cima del monte, se extendía la ciudad de Brahma. Allí corría el río Ganges alrededor de la ciudad. Yudhishthira y el perro podían oír las campanas repicando, ¡tan, talán, tan, talán! en la ciudad santa. Mientras, flores celestiales caían flotando sobre sus cabezas.
De repente, con un brillante relámpago y el sonido de un trueno, apareció Indra, el Rey del Cielo. Venía parado en su carroza frente a ellos.
Ilustración de Hebe María Salas |
-“He venido a llevarte al cielo Yudhishthira “- exclamó Indra -, “ven, sube a mi carroza. Tú eres la única persona a la que permitiré entrar al cielo sin cambiar su forma humana. ¡Sube a la carroza!”
-” ¿Pero dónde están mis hermanos y dónde está mi reina?”- preguntó Yudhishthira - . “Ellos murieron en el camino y tuve que dejarlos. ¿Dónde están? No puedo ir al cielo sin ellos”.
“- Ellos ya están allí, en el cielo -” contestó Indra -. “No debes preocuparte. Te están esperando”.
-“¿Y Krishna?” - Yudhishthira preguntó ansiosamente - . “ Krishna está en el cielo también, ¿verdad?”
-“Sí, así es” - le aseguró Indra con una sonrisa -. “Todos los que amas están allí, esperándote”.
-“Si así es” - dijo Yudhishthira feliz - “entonces iré contigo”.
Luego miró a su perro y dijo - “Sube a la carroza, niño”.
-“¿Qué?” - exclamó Indra - “¿Un perro? ¿Un perro en mi carroza? ¿Un perro en el cielo? ¡Oh, no! No hay perros en el cielo ! ¡Tú subirás a mi carroza y dejarás a tu perro!
-“Eso no lo puedo hacer” - respondió Yudhishthira -.” En este terrible viaje y en este duro camino de hielo y nieve, él ha sido mi amigo y compañero más fiel. Mis hermanos murieron. Uno a uno me dejaron. Mi reina también murió y me dejó. Pero este perro nunca me dejó. Él no habla, pero sus ojos hablan. Y yo conozco su amor por mí. ¿Cómo podría abandonarlo?”
-“¿Estás loco?” - exclamó Indra -“Tú puedes ir al cielo en tu cuerpo humano porque eres grande y bueno, pero no hay lugar en el cielo para hombres con perros. Este perro debe ser abandonado”.
-“Yo no iré al cielo sin él” - Yudhishthira contestó firmemente -. “Él depende de mí y mientras yo viva lo cuidaré. Haré lo que es correcto y dejarlo no sería correcto. No lo dejaré; ni siquiera para complacerte, Indra”.
-“Piensa un momento” - dijo Indra -. “Él es un perro; mata y come otros animales, ¿no es así? ¿No es eso un pecado? Es un perro malvado y se irá al infierno. ¡Sí, tú irás al cielo y él, al infierno!”
-“No iré al cielo sin él” - Yudhishthira aseguró nuevamente.
-“Bueno” -dijo Indra pensativo -. “Tú no puedes llevarlo al cielo contigo, pero si quieres puedes intercambiar con él. Él puede ir al cielo en tu lugar y tú puedes ir al infierno en el suyo.”
-“¡Convenido!”- exclamó Yudhishtira -”Deja que el perro vaya al cielo. Yo iré al infierno”.
Mientras él pronunciaba estas palabras, el perro cambió de forma repentinamente. Era Dharma, aquél que siempre hace lo que es correcto. Dharma dijo a Yudhishthira :
- ”¡Oh, gran Rey ¡”- dijo Dhrama - ” Tú amas a la gente y a los animales. Tu corazón está lleno de amor para todos. Por lo tanto irás al cielo; te encontrarás con tus hermanos, con tu Reina y con Krishna. Allí serás muy feliz porque quien da mucho amor recibe el amor y el cariño de todos".
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El Niño que amaba a Vishnu
Pero ahora, nuevamente, Hiranyakashipu había echado a todos los dioses; y sentado en el trono del cielo declaró que él era el rey de los tres mundos:
-De la Tierra, donde viven los animales y los hombres.
-Del Cielo, donde viven los dioses.
-Del Mundo Subterráneo donde los gigantes viven.
-“Yo soy más grande que Vishnu”- declaró el rey Hiranyakashipu-. “Nadie debe adorar a Vishnu. Todos deben adorarme a mí. Él no es el Señor de Universo, Yo lo soy”.
Hiranyakashipu odiaba tanto a Vishnu porque este había matado a su hermano Hiranyaksa, que también era un demonio.
Para vengarse, el rey había hecho muchas hazañas y había pasado miles de años en puntas de pie. Así consiguió mucho poder. Y como estaba tan enojado y los dioses tenían miedo, el Señor Brahma, otra de las formas de Dios, bajó y le dijo que le daría el deseo que pidiera. Entonces Hiranyakasipu pidió:
-”¡Oh Señor! Que yo no sea muerto por ninguna de las criaturas que creaste. Que no muera dentro ni fuera de una residencia; de día o de noche; en el piso, en el agua o en el aire; ni por arma alguna; ni por un ser humano o un animal; por nada que esté vivo o muerto; deva, demonio o serpiente del infierno. Que yo no tenga rival y domine sobre todas las criaturas y sus dioses… “ Y el Señor Brahma se lo concedió.
Hiranyakashipu tenía un hijo llamado Prahlada. Prahlada no era para nada como su padre. Él amaba a Dios, y lo llamaba Vishnu. Desde que era un niño pequeño, Prahlada le rezaba todos los días.
-“Vishnu es mi querido amigo”- solía decir-. “Yo lo amo”.
Cuando Hiranyakashipu se enteró de que Prahlada amaba a Vishnu y le rezaba todos los días, envió al niño a vivir con dos maestros.
-”Enséñenle todo a mi hijo” - dijo a los maestros -, “pero no le enseñen sobre Dios. Ni siquiera debe escuchar ese nombre”.
Los maestros recibieron al príncipe en su propia casa y allí, junto a otros niños, comenzaron a enseñarle. Le dieron libros para leer y fueron muy cuidadosos de que el nombre de Vishnu nunca fuese mencionado.
Un día, sin embargo, los maestros descubrieron que, en lugar de leer los libros, Prahlada se ocupaba de enseñar a los otros niños sobre Vishnu.
-“No debes hablar sobre Vishnu” - los maestros le dijeron a Prahlada -. “Tu padre se enfurecerá”.
- “Pero debo hablar sobre Vishnu”- respondió Prahlada -. “Yo lo amo . Hablaré de Él aunque mi padre se enoje. Vishnu es Dios y le rezo. Estos niños de su escuela no saben cómo rezar a Dios y no saben cómo adorarlo, por eso les estoy enseñando”.
Los maestros se asustaron pues sabían que el rey se enojaría con ellos. Entonces, se presentaron ante el rey Hiranyakashipu y le explicaron que, aunque ellos no le habían enseñado a Prahlada sobre Vishnu, Prahlada estaba enseñando a los otros niños cómo adorarlo.
Cuando escuchó esto, el rey se enfureció. -“Tráiganme a Prahlada” - gritó -. “Yo terminaré con su amor a Vishnu”.
Cuando los maestros llevaron a Prahlada de regreso a la ciudad, el rey le habló con una voz amable y tierna.
-“¿Por qué adoras a Vishnu, hijo mío?” - le preguntó - “¿No te he enseñado siempre que yo soy el único rey y también soy el Dios de los tres mundos? Yo soy más grande que Vishnu. Debes adorarme a mí, no a Él”.
-“Sí, eso es lo que siempre me has enseñado” - Prahlada le respondió valientemente -, “pero lo que dices no es la verdad”.
-“¿Qué quieres decir?”- le preguntó el rey - “¿Por qué crees que no es así? Yo soy tu padre. Deberías creer lo que te digo”.
-“Yo sé que no eres más grande que Vishnu”- Prahlada respondió -, “porque Él es el Señor del Universo. Es verdad que tú eres el rey, pero seguirás siendo el rey siempre y cuando lo quiera Dios”.
Hiranyakashipu estaba furioso. -“¡Cómo te atreves a decirme eso!” - gritó - “Muy bien, te mostraré mi poder. Pronto aprenderás que soy más grande que tu Dios.”
“Vishnu siempre está conmigo”, dijo Prahlada. “Lo amo”. Es por eso que nada puede herirme”.
-“¿Qué debo hacer? - El rey pensó - “Este muchacho es un gran peligro para mí. Él es devoto de Vishnu que es mi enemigo. Le hablaré de manera amigable, y trataré de que lo abandone”.
Entonces Hiranyakashipu mandó a buscar nuevamente a Prahlada.
-“Escúchame, mi niño” - le dijo -. “Yo soy el rey de los gigantes y tú eres mi hijo. Un día, cuando crezcas, tú serás el rey. Bien, ahora abandona a Vishnu y aprende cómo ser rey. Ya te he dicho que soy más grande que Él y tú debes adorarme a mí”.
-“Tú no eres más grande que Vishnu” - respondió Prahlada -; “no hay alguien más grande que Vishnu”.
-“Tú eres un bebé” - dijo el rey -. “Eres demasiado joven para entender estas cosas. Sólo eres un bebé pidiendo la luna”.
-“No estoy pidiendo la luna” - Prahlada respondió -, “porque sé que Vishnu me ama. Y también sé que tú seguirás siendo rey siempre y cuando Él lo quiera”.
El rey se enfureció, pero esta vez no mostró su enojo.
-“Sólo eres un bebé” - dijo - . “Ve a jugar. Vuelve a tu escuela”.
Entonces Hiranyakashipu envió a Prahlada a vivir nuevamente con los dos maestros.
-“Enséñenle las responsabilidades de un rey” - les ordenó.
Pero Prahlada no quería aprender cómo ser rey. Y pasó su tiempo enseñando a otros niños cómo amar y adorar al Señor Vishnu. Los maestros se apresuraron a contarle a Hiranyakashipu lo que Prahlada estaba haciendo.
Esta vez el rey estaba más enojado que antes. Estaba furioso, muy furioso.
-“¡Traigan al niño!” - rugió.
Prahlada fue enviado con su padre. Inmediatamente se dio cuenta que el rey estaba enojadísimo.
-“No te envíe a la escuela nuevamente para que adores a Vishnu”- rugió -. “Ahora escucha. Debes dejar de adorarlo. ¿Entiendes? Debes prometerme que dejarás de adorarlo “.
-“Vishnu es el Señor del Universo” - Prahlada respondió -. “Él está en todos lados, en todas las cosas, sin principio ni fin. No hay alguien más grande que Él; por eso es el único que debe ser adorado”.
-“Eres malvado” - gritó el rey -. “¿Cómo puedes decir que está presente en todos lados y en todas las cosas? ¡Qué idea más tonta! Mira esa columna. ¿Crees que Vishnu está allí ahora, escondiéndose dentro de la columna? ¡Ja, ja!, ¡qué tonterías hablas, niño!”
-“¡Oh, sí! ” - respondió el niño -. “Ciertamente Vishnu está dentro de esa columna”.
-“¡Oh! ¿Realmente piensas eso, verdad?” - respondió el rey -. “Bueno. ¡Yo te mostraré! Si él está allí deja que te salve, y si no está allí ya verás”.
El rey se arrojó sobre la columna y le dio un terrible golpe con su espada. Inmediatamente una voz terrible se escuchó. La columna se partió y ¡¡apareció Vishnu !! en su forma más temible, mitad león y mitad hombre; la forma conocida con el nombre de Naransimja.
Ilustración de Juan Manuel Tavella |
Los gigantes que habían estado parados detrás del rey huyeron aterrorizados, pero el rey atacó a Naransimja. Juntos lucharon una larga y desesperada pelea, hasta que Hiranyakashipu fue vencido y murió.
¿ Cómo es que Vishnu pudo matar a Hiranyakashipu ? Lo hizo según lo pedido por el rey:
-No lo mató en el agua, ni en el aire, ni en el piso, sino sobre sus rodillas.
-No utilizó un arma, sino sus garras que no están ni vivas ni muertas.
-Naransimja no era ni hombre ni animal. Tenía forma de mitad hombre y mitad león.
-No era criatura viva o no viva, ni deva, demonio o serpiente sino Dios mismo.
-No era de día ni de noche, era el atardecer.
-Y lo mató en el umbral del palacio, por lo tanto ni adentro ni afuera.
A continuación los dioses descendieron del cielo y ofrecieron himnos a Vishnu. Prahlada cayó a sus pies y cantó himnos de amor a Dios.
-“Prahlada” - dijo Vishnu -, “tú eres mi niño favorito. Pídeme lo que quieras”.
Pero el corazón de Prahlada estaba tan lleno de amor, tan contento de estar frente a Dios que no podía hablar.
-“Pídeme algo Prahlada” - repitió Vishnu.
-“Señor, te he visto” - respondió Prahlada -. “¿Qué más puedo pedir? Yo no quiero Tus regalos, ni regalos del mundo ni regalos celestiales”.
-”Pero pídeme algo” - Vishnu insistió con voz cariñosa.
-“Todo lo que pido es que pueda tener amor por Ti, Señor” - dijo Prahlada -. “Yo he visto a la gente amar muchas cosas, pero no te aman a Ti. ¿Podría tener ese amor intenso por Ti? ”
Ilustración de Juan Manuel Tavella |
Vishnu, muy contento con la respuesta de Prahlada, miró amorosamente al niño.
- “Prahlada” -, dijo - “es verdad que aquellos que me aman nunca piden otra cosa. Por lo tanto Yo te bendigo. Con tu corazón en Mí, cuando mueras a Mí vendrás”.
Así, bendiciendo a Prahlada, Vishnu desapareció. Luego los dioses, con Brahma a la cabeza, colocaron a Prahlada como rey en el trono del cielo.
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Nárada y los dos Yoguis
-”¿Qué es esto?”- pensó - ”¿Cómo puede haber una cabeza en la cima de un hormiguero?”
Se acercó y vio que los ojos del yogui estaban cerrados.
- ”¿Qué estás haciendo aquí en el medio de un hormiguero?”- dijo Nárada en voz alta.
El yogui abrió los ojos y lo miró.
Ilustración de Juan Manuel Tavella |
-“¡Oh, Nárada, eres tú!”- le dijo - ¡Qué afortunado soy que hayas pasado por este camino! Vine al bosque y he estado sentado aquí meditando, es decir pensando solamente en Dios, por tanto tiempo que estas hormigas han construido su hormiguero a mi alrededor. ¿Hacia dónde te diriges Nárada?”
-”Estoy camino al cielo” - respondió Nárada -, “iré a ver a Dios “.
- “¡Oh! ¿Verás a Dios?”- dijo el yogui -“Cuando lo veas, ¿podrías hacerle una pregunta por mi?”
- ”Seguro” - contestó Nárada -. “¿Qué pregunta quieres que le haga?”
-”Lo que deseo saber es” - respondió el yogui - : “¿por cuánto tiempo más debo sentarme aquí meditando?, ¿cuándo veré a Dios y lo comprenderé y no tendré que volver a nacer una y otra vez?, ¿podrías preguntarle eso por mí, por favor? “
-” Sí, ciertamente”- le aseguró Nárada -,” le preguntaré a Dios. Y continuó su camino”.
Después de un tiempo, oyó a alguien cantando en voz alta, y más delante vio a otro yogui. Estaba saltando, cantando y bailando. En cuanto el yogui lo vio corrió a su encuentro y dijo:
- “¡Nárada, Nárada, estoy tan feliz de verte! ¿Adónde te diriges?”
-”Estoy yendo al cielo “- respondió Nárada.
-” ¡Oh! ¿estás yendo al cielo?” - exclamó el yogui - “entonces, ¿harías algo por mí?”
-”Bueno” - dijo Nárada -.”¿Qué puedo hacer por ti en el cielo?“
El yogui respondió : “ Yo sé que debo renacer una y otra vez hasta que mi corazón sea tan puro que pueda ver a Dios. Pero lo que quiero saber es: ¿cuántas veces debo renacer? Por favor, pregúntale eso a Dios, ¿sí?”
-” Sí, desde luego”- le aseguró Nárada -.”Le haré tu pregunta a Dios”.
Nárada caminó y caminó y finalmente llegó al cielo. Se quedó en el cielo por un tiempo y luego regresó a la tierra. Viajó por la tierra visitando muchos lugares diferentes, y un día se encontró caminando por el mismo bosque donde conoció al yogui que estaba meditando en medio del hormiguero.
-” ¡Oh, Nárada !”- exclamó el yogui -, “¿le preguntaste a Dios?”
-”Sí “- respondió Nárada -,” lo hice”.
- “¿Lo hiciste? ¿Y qué te respondió?”- preguntó el yogui con muchas ansias.
-”Dios me dijo “- explicó Nárada -”que debes continuar meditando por cuatro vidas más. Y luego serás libre”.
- “¿Qué? ¡Cuatro vidas más!”- exclamó el yogui con desesperación-”¡Oh, eso es terrible! He meditado y meditado. Lo he hecho por tanto tiempo que las hormigas han construido su hormiguero a mi alrededor ! Ahora dices que no es suficiente. ¡Tengo cuatro vidas más! ¡Oh, estoy tan triste! “ Y comenzó a llorar.
-”Sólo tienes cuatro vidas más” - repitió Nárada tranquilamente y continuó su camino.
Muy pronto encontró al yogui que estaba cantando y bailando.
-“¡Oh, Nárada ! “- dijo el yogui que cantaba- ”¿ Le preguntaste a Dios por mi?”.
-”Sí”- respondió Nárada-, “lo hice”.
-“¿Lo hiciste? ¿Qué te dijo? “-preguntó el yogui ansiosamente.
Nárada respondió : “¿Ves ese árbol de tamarindo cuántas hojas tiene? Cuéntalas. Así como la cantidad de hojas que hay en un árbol de tamarindo, así serán las veces que volverás a nacer”.
-“¡Oh qué maravilloso!”- exclamó el yogui-. ” Tus noticias me han hecho muy feliz. No pensé que vería a Dios tan pronto. ¡Así como la cantidad de hojas que hay en un árbol de tamarindo, así serán las veces que volveré a nacer! ¡Oh, Nárada, eso es un tiempo muy corto, y luego seré libre!”. Entonces el yogui comenzó a bailar y cantar con gran alegría.
En ese momento, se vio un rayo de luz y una voz llegó del cielo.
-”Hijo mío”- Dios le dijo al yogui -, “eres libre en este momento. Estoy contento contigo porque tienes mucha paciencia. EL árbol de tamarindo tiene un gran número de hojas. Aún así estás dispuesto a renacer tanta veces como cantidad de hojas hay en ese árbol. Esto demuestra que quieres verme y ganar tu libertad. Por lo tanto, te libero aquí y ahora. Tú no renacerás más y vivirás para siempre conmigo.”
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Excelente tabajo. Felicitaciones a todos los que participaron!!! Muchas gracias.
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