Después de la muerte del Maestro, los discípulos alquilaron una casa. Era viejísima, ¡tan vieja que no tenía puerta de entrada! Se había roto. Por eso, cada tanto, los visitaba una serpiente o alguna veloz lagartija. Decían que los fantasmas habitaban el lugar, pero ellos no tenían miedo.
Narendra era el líder del grupo. Cada día se levantaba y los despertaba con su hermosa voz: ¡Des-pier-ten! ¡Des-pier-ten!
En la vieja casona cantaban, rezaban, estudiaban y recibían a los amigos. En las fiestas religiosas se unían a las grandes celebraciones.
Cierto día, la mamá de Baburam, uno de los discípulos, los invitó a su casa en Antpur. Allá fueron muy contentos. Una hermosa noche prendieron una fogata, y se sentaron frente al fuego sintiéndose especialmente unidos. Naren les habló de la vida del Señor Jesús, y les pidió que se hicieran monjes para ayudar a todas las personas del mundo a ser más buenos, más generosos y amar a Dios. Todos, de pie, lo prometieron. Más tarde se enteraron de que esa había sido Nochebuena, la noche anterior al día de Navidad.
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