En la casa de un amigo de Naren había un árbol enorme que tenía una rama que era muy buena para hamacarse. Naren se trepaba al árbol, se colgaba de la rama, se balanceaba un rato y luego, desde esa gran altura, se lanzaba al suelo.
Estas cabriolas molestaban mucho a un viejito llamado Ramratan, quien estaba casi ciego. Para terminar con las travesuras de Naren, un día el anciano le dijo que en la parte más alta del árbol vivía un fantasma vestido de blanco, a quien le encantaba retorcer el pescuezo de los que se trepaban a ese árbol. Naren lo escuchó atentamente, pero cuando Ramratan se alejó, volvió a repetir sus acrobacias.
El amigo de Naren había tomado al pie de la letra la advertencia del abuelo y le dijo que tuviera mucho cuidado porque podría aparecer el fantasma...
Naren, muerto de risa le contestó:
-¡No seas tonto! Si la historia del fantasma fuera verdadera, hace rato que me hubiera separado la cabeza del cuerpo.
Una vez más, Naren demostraba su disgusto ante las mentiras y su desprecio por el miedo y la cobardía.
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